El Blog de Rubén Martínez Alpañez

viernes, 15 de mayo de 2015

DE IMPUESTOS Y TERRITORIOS

DE IMPUESTOS Y TERRITORIOS (Murciaeconomía, XII / MAYO / 2015)

Messi debería jugar con lastres de 5 kg. en cada tobillo. Y Ronaldo también. Preferencias aparte, es seguro que estos dos jugadores marcan la diferencia en el panorama futbolístico mundial y si, en relación al fútbol, pensáramos lo mismo que pensamos en relación a la mayoría de asuntos públicos, esta afirmación debería ser refrendada por todos.
Es un hecho que al igual que hay jugadores de fútbol buenos y malos, también hay empresas buenas y malas, y también políticos buenos y malos como hay funcionarios, docentes, padres, etc. buenos y malos. Entonces la cuestión a plantear es por qué nos resulta tan fácil fomentar la competencia, premiar el talento y reconocer la profesionalidad en temas tan simples como el deporte y no lo hacemos de la misma forma cuando hablamos de nuestros bolsillos.

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¿Qué hacen los políticos con el dinero que nos quitan a través de los impuestos? Tan importante es esta cuestión como responder al cómo lo hacen. Porque no es lo mismo un buen político, que seguro que hará muchas cosas con poco dinero y que además redundará en mayores cotas de bienestar para toda la ciudadanía, que un político malo, que se dedique a gastar sin discriminación, sin establecer prioridades y amparado en buenismos solidarios se dedique a sangrar el bolsillo del contribuyente.
Los impuestos que nos cobran para ofrecer determinados servicios pueden y deben constituir una buena referencia para conocer la capacidad y talento del político para gestionar lo que es de todos y he aquí el generalizado engaño al que nos tienen sometidos.
Por un lado, parece mentira que queramos asfixiar con impuestos, quitando más de la mitad de lo que ganan, a aquellos que mayor capacidad tienen para generar valor añadido. Al igual que no debemos lastrar los tobillos de Messi o Ronaldo, no deberíamos lastrar a aquellas empresas, autónomos y personas físicas que saben hacer las cosas mejor que el resto y, por consiguiente, ganan más que el resto. Los profesionales excelentes deben ser promocionados en nuestra sociedad y, en este sentido, dado que han demostrado sobrada capacidad de generación de recursos, se les debe garantizar el escenario más adecuado posible para que puedan maximizar sus talentos (y sus bolsillos). Si lo que hacemos es asfixiar al buen profesional y al buen empresario, este no se sentirá motivado para generar más valor, llegando, bien a quedarse quieto o conformarse con menos de lo que sería capaz de lograr, o bien, a establecer, dentro (o fuera) de la legalidad, una planificación fiscal que minimice el pago de impuestos con el correspondiente perjuicio para las arcas públicas.
Por otro lado, y retornando a la capacidad del político: transparencia, gobierno abierto, consultas populares, etc. Todo eso está muy bien, no lo voy a negar, pero seguimos sin ponerle el cascabel al gato. Situémonos en el extremo, imaginen que todo lo que  se haga desde la administración viene derivado de una consulta popular ¿para qué queremos entonces a los políticos? Sigue pues sin resolver la principal asimetría que distingue la labor profesional privada de la de un político: seguimos sin saber quién es bueno y quién es malo. La solución está en los impuestos.
A lo largo de los años han tratado de incorporar en nuestro ADN social la idea de que, como todos somos iguales, todos tenemos que tener lo mismo y, también, pagar lo mismo. Y existe una diferencia enorme entre que seamos iguales y que existan las mismas oportunidades en Murcia que en Galicia o en España y en Alemania. Es precisamente gracias a que todos somos iguales y debemos contar con las mismas oportunidades que tenemos la obligación de exigirnos a nosotros mismos tener los mejores gestores públicos. Estos serán los mejores si son capaces de proveer a los ciudadanos de los servicios y bienes públicos que necesitamos para consolidar nuestro bienestar y permitir el progreso individual al menor coste posible. La competencia es buena, y también ha de existir entre territorios.
Un error de base que estamos cometiendo es hacer caso e incluso promocionar la idea de establecimiento de unos mínimos impositivos a aplicar en cada comunidad autónoma, de ahí que cuando preguntas sobre los regímenes forales de País Vasco y Navarra, a cualquier político que no sea de allí te responda: “hay que suprimirlos”. Creo que sería mucho mejor impulsar ese tipo de gestión no sólo para esas comunidades autónomas sino también para el resto. Si cada una es capaz de gestionar lo que en ella se recauda, podremos diferenciar fácilmente el que mejor gasta, el que mejor recauda y además, a buen seguro, que los mejores nos bajarán los impuestos. Esta bajada de impuestos del buen gestor tendrá un efecto contagio sobre el resto y todos bajarán los impuestos. Y eso es bueno. Es por este simple hecho que no hay justificación alguna en que una mente planificadora, por muy inteligente que sea, nos obligue a establecer unos mínimos impositivos en cada territorio.
Soy un firme defensor de aquellas sociedades que buscan minimizar la, hoy en día, omnipresencia de la administración pública en la vida y desarrollo de sus ciudadanos. Por este motivo, se puede afirmar que garantizar plena libertad para el establecimiento de impuestos favorecerá a todos en general, permitirá distinguir fácilmente al buen político del malo y permitirá que todos y cada uno contemos con mayores y mejores señales y referencias para elegir quienes deben ser los políticos que nos representan.

Los mejores políticos no son los que dicen a todo que sí, ni tan siquiera son mejores aquellos que todo lo ofrecen (porque como contrapartida todo te lo quitan a cambio) sino que será mejor el que menos moleste. De ahí, que el primer paso para contar con buenos políticos y con buenas políticas, es garantizar un escenario de libertad tal que se puedan establecer libremente los impuestos que van a recaudar para garantizar el estado del bienestar. Es por esto que debemos exigir que nos bajen los impuestos. Ya lo dijo Ronald Reagan: “Tal vez no sea fácil, pero es, así de simple.”

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