El Blog de Rubén Martínez Alpañez

martes, 16 de diciembre de 2014

TOCANDO EL BOLSILLO

TOCANDO EL BOLSILLO (La Opinión de Murcia XI/Diciembre/2014)


¿Sabían Vds que Magdalena Álvarez, fue expulsada del Banco Europeo de Inversiones por estar imputada? ¿Sabían Vds que la expulsión llevaba aparejada una pensión de diez mil euros mensuales y, a partir de los 65 años, una pensión vitalicia?

Tenemos que reconocer que la situación que estamos atravesando, esta que lleva a desayunarnos cada mañana con una nueva noticia, frecuentemente relacionada con algún caso de corrupción, ya sea de políticos de izquierdas, de derechas, de gerentes, de infantes, etc. es insostenible, no beneficia a nadie y hay que ponerle solución.

Es el camino emprendido por parte de los distintos gobiernos, de cualquier ámbito y color, lo que debe ser cuestionado, cuando de establecer la solución a esta problemática se refiere. Mientras que a la hora de legislar acerca de determinados actos, a los que nos vemos obligados los administrados, es decir, todos los ciudadanos normales de a pie, no dudan ni un segundo en establecer un régimen sancionador, con su correspondiente sanción económica, cuando hablamos de comportamientos y acatamientos relacionados con la actividad política, la mayoría de las veces, bastará con meras declaraciones de intenciones, códigos de buenas prácticas, y otras laxas soluciones que tienen, como común denominador, que no rascan el bolsillo del implicado.

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En nuestro Estado, hay muchas leyes, demasiadas, y esto lleva, en más ocasiones de las deseadas, a la satisfacción gubernamental meramente originada por la atribución de capacidad derivada de su propia promulgación, sin atender a determinados criterios, básicos que han de cumplir estas.

No hace muchas fechas, un altercado “entre animales” que se dicen llamar hinchas de equipos de fútbol, acarreó la muerte de uno de ellos. La reacción de los políticos está siendo ejemplar, por inmediata. Han puesto en cuestión absolutamente todo lo relacionado con este tipo de eventos, y, como no, se han apresurado y no han dudado en promover regímenes sancionadores ejemplares en términos económicos para los implicados (clubes, hinchas, peñas, etc). Hasta tal punto llega el celo, que, según hemos podido ver en los medios de comunicación, el Congreso de los Diputados, va publicar un listado de “cánticos prohibidos” en los estadios de fútbol. No se si realmente serán capaces todos esos diputados que tenemos en el congreso, y que van a los estadios de fútbol, normalmente a los palcos, invitados cual pequeño Nicolás, quienes tendrán la capacidad para establecer lo que es correcto o no cantar, lo ofensivo del cántico en cuestión, si nunca se han sentado en un fondo o en grada lateral. El “lololo” del himno de España, ¿debe ser cuestionado, prohibido, promovido?

Ya alertaba Foucault acerca de la práctica consistente en dirigir conductas para que se mantengan estados de inequidad considerados como racionales o normales, y hasta esto tiene un límite. Pase que tengamos que sufrir el afán recaudador de los gobiernos, exageradamente excesivo, pase que, siendo legales, y sin el ánimo de invitar al incumplimiento de la ley y desalentar la persecución contra el fraude, los gobiernos, dentro de la legalidad, insisto, planteen estrategias de persecución del fraude estableciendo aquellas maximizan sus ingresos en vez de todo lo contrario (si no observen si las notificaciones de las sanciones se producen en fecha próxima al hecho imponible o más bien unos años después, en fecha próxima a su prescripción), pase que desde los Ayuntamientos a las Comunidades Autónomas y hasta el Estado hayan sometido a revisión y actualización todas las valoraciones habidas y por haber que lleven a que nos puedan cobrar más dinero (vados, valoraciones catastrales, ocupación vía pública, etc) con la pertinente indefensión generada en el administrado, pero no puede sostenerse que cuando se trata de legislar sobre ellos mismos y sus propios comportamientos, no se traten igual que nos tratan a los demás.

Si existe indignación entre la ciudadanía, que existe y mucha, es porque se puede  observar que los políticos andan en otro planeta, no digo ya que no entiendan de los asuntos cotidianos de las gentes y sus empresas, que entienden poco, sino que están sometidos a unas normas y reglas que se dan a ellos mismos y que les sitúan por encima del bien y del mal.

La solución a estos menesteres no pasa por legislar más, que ya lo decía Tácito: “cuanto más corrupto es el Estado, más leyes tiene”. Si hay problema con las fundaciones, eliminen su régimen especial, si hay problemas con las donaciones a partidos políticos, liberalícenlas, en vez de volver a regularlas sobre su específica normativa, y ya de paso servirá para minimizar (y eliminar) el pellizco que se llevan de los presupuestos los partidos políticos, y por cuanto a prohibir la condonación de deudas en banca, que se sometan a la misma legislación que todas las empresas y vecinos. Y se puede seguir con un largo etcétera, viajes, dietas, multicargos, declaraciones responsables de acceso a la política, limitación temporal en cargos públicos.


En esencia, como decía Alexis de Tocqueville, “un gobierno democrático es el único en el que los que votan por un impuesto pueden escapar de la obligación de pagar”. Así nos va.

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