LAS CHICAS DEL PIERCING.
POCOS VEN LO QUE SOMOS, PERO TODOS VEN LO QUE APARENTAMOS.
Y bien que pude comprobarlo el viernes pasado en la Plaza de las Flores.
Quedé con una buena amiga para tapear, porque era viernes, porque éramos de los pocos que no salían disparados para las playas y porque nos echamos unas risas de campeonato con unas cervezas cada vez que nos juntamos.
Al lado, dos chicas, muy jóvenes, no más de 25 a las que no soy capaz de catalogar dentro de una tribu de las actuales: piercing en cara y lengua, camisetas básicas de tirantes, desaliñadas en aspecto, sólo en aspecto, tatuajes varios y sin ver una peluquería en años.
Me quedé impresionado con la conversación que mantenían ellas.
No pude llegar a averiguar a ciencia cierta, pudiendo tan solo intuir, que serían estudiantes de periodismo, o tal vez de ciencias políticas, aunque quizás se trataran, meramente, de ciudadanas preocupadas. Hablaban de Rajoy.
Ni un descalificativo, ni un comentario partidista. Comentaban, con sus piercing y sus pantalones raros y sus tatuajes, acerca de la estrategia de comunicación del Partido Popular en relación con el caso Barcenas. Una y la otra argumentaban y contraargumentaban cabal y hasta diría “profesionalmente” sobre las consecuencias que tendría tanto para el propio partido popular como para el país, la forma en que se estaba ofreciendo la información en relación al caso, así como las distintas alternativas posibles en términos de estrategia de comunicación y sus implicaciones sobre las expectativas de voto del ciudadano medio.
Como digo dos cosas me sorprendieron, la primera el tema sobre el que hablaban un viernes por la tarde del mes de julio en la Plaza de las Flores, Rajoy, la segunda, la profesionalidad y objetividad con la que lo hacían, y todo ello aderezado con las pintas que tenían que invitaban a pensar, sinceramente, cualquier cosa menos que existiera la posibilidad de que analizaran al PP.
Conozco a mucha gente que está relacionada con la política. Tengo la suerte de conocer, además, a muchos de los que yo personalmente llamo intelectuales, siempre inmersos en teorías y tesis de origen investigador, que citan a algún famoso personaje histórico cada vez que la ocasión lo requiere y que andan particularmente preocupados por la situación que atraviesa nuestro país, lógicamente, en teoría.
Dando paso a “EL TIEMPO DE LAS CREENCIAS” es este el momento de poner sobre la mesa las distintas reflexiones que me pasaron por la cabeza: Como dice Maquiavelo, “pocos ven lo que somos pero todos ven lo que aparentamos”.
Ante todo, y por si no ha quedado suficientemente claro en los anteriores párrafos, es de destacar la objetividad en el análisis que estaban realizando las chicas de los piercing. Y eso me sorprendió porque sólo unos pocos, muy pocos, de los considerados por mi mismo, intelectuales, han sido capaces de expresar en sus discursos tal grado de objetividad.
Más al contrario, cuanto mayor es el “nivel intelectual” más claro y más rápidamente podemos observar como enmascaran intereses particularísimos excesivamente egoístas y en ocasiones oscuros entre teoría y teoría, generalmente estandarizada pero con aderezo personal que la hace suya.
Tentado estoy a comentar sobre las posibilidades de conciliación entre individuo y ciudadano pero estamos en EL TIEMPO DE LAS CREENCIAS y es por eso que cambio el tercio.
Pensamos que el ser humano es lo que parece y efectivamente es lo que parece.
Con el riesgo de preocuparnos más en lo que aparentamos que en lo que efectivamente somos, nos autoencasillamos en una u otra “tribu”, haciendo notar tanto las características que mayor potencia tienen en su propio ser y que nos sirven de elemento identificador con el grupo, o como llamaba antes, tribu, como para ocultar aquellos otros rasgos personalísimos que no tenemos pero por los que se conoce, se le presupone o se le intuye a cualquier miembro de esa tribu.
A lo que voy, en la Plaza de las Flores o en cualquiera otro lugar que queramos, podemos observar a la gente y prejuzgarlos. Este prejuicio, directamente relacionado con lo que parece ser, condicionará tanto la posibilidad de relación interpersonal como la calidad de dicha interrelación en caso de que se produzca.
Y precisamente por este motivo, porque se puede ser inteligente y desaliñado, ruin y egoísta en las relaciones personales manteniendo una imagen pública exquisita, porque se puede ser tonto pero guapo y listo y además guapo, y objetivo y desinteresado, tengo que afirmar que, pase lo que pase y piense lo que piense, tanto en un caso como en otro, unos en la forma y otros en el fondo a través de la máscara o a través del intelecto, ambos, la del piercing, y el intelectual y todos los demás (los que dicen que no discriminan y los que dicen que no pertenecen a ninguna tribu también están incluidos) y también me incluyo yo, en esencia, somos seres humanos y no sabemos aceptarlo.
POCOS VEN LO QUE SOMOS, PERO TODOS VEN LO QUE APARENTAMOS.
Y bien que pude comprobarlo el viernes pasado en la Plaza de las Flores.
Quedé con una buena amiga para tapear, porque era viernes, porque éramos de los pocos que no salían disparados para las playas y porque nos echamos unas risas de campeonato con unas cervezas cada vez que nos juntamos.
Al lado, dos chicas, muy jóvenes, no más de 25 a las que no soy capaz de catalogar dentro de una tribu de las actuales: piercing en cara y lengua, camisetas básicas de tirantes, desaliñadas en aspecto, sólo en aspecto, tatuajes varios y sin ver una peluquería en años.
Me quedé impresionado con la conversación que mantenían ellas.
No pude llegar a averiguar a ciencia cierta, pudiendo tan solo intuir, que serían estudiantes de periodismo, o tal vez de ciencias políticas, aunque quizás se trataran, meramente, de ciudadanas preocupadas. Hablaban de Rajoy.
Ni un descalificativo, ni un comentario partidista. Comentaban, con sus piercing y sus pantalones raros y sus tatuajes, acerca de la estrategia de comunicación del Partido Popular en relación con el caso Barcenas. Una y la otra argumentaban y contraargumentaban cabal y hasta diría “profesionalmente” sobre las consecuencias que tendría tanto para el propio partido popular como para el país, la forma en que se estaba ofreciendo la información en relación al caso, así como las distintas alternativas posibles en términos de estrategia de comunicación y sus implicaciones sobre las expectativas de voto del ciudadano medio.
Como digo dos cosas me sorprendieron, la primera el tema sobre el que hablaban un viernes por la tarde del mes de julio en la Plaza de las Flores, Rajoy, la segunda, la profesionalidad y objetividad con la que lo hacían, y todo ello aderezado con las pintas que tenían que invitaban a pensar, sinceramente, cualquier cosa menos que existiera la posibilidad de que analizaran al PP.
Conozco a mucha gente que está relacionada con la política. Tengo la suerte de conocer, además, a muchos de los que yo personalmente llamo intelectuales, siempre inmersos en teorías y tesis de origen investigador, que citan a algún famoso personaje histórico cada vez que la ocasión lo requiere y que andan particularmente preocupados por la situación que atraviesa nuestro país, lógicamente, en teoría.
Dando paso a “EL TIEMPO DE LAS CREENCIAS” es este el momento de poner sobre la mesa las distintas reflexiones que me pasaron por la cabeza: Como dice Maquiavelo, “pocos ven lo que somos pero todos ven lo que aparentamos”.
Ante todo, y por si no ha quedado suficientemente claro en los anteriores párrafos, es de destacar la objetividad en el análisis que estaban realizando las chicas de los piercing. Y eso me sorprendió porque sólo unos pocos, muy pocos, de los considerados por mi mismo, intelectuales, han sido capaces de expresar en sus discursos tal grado de objetividad.
Más al contrario, cuanto mayor es el “nivel intelectual” más claro y más rápidamente podemos observar como enmascaran intereses particularísimos excesivamente egoístas y en ocasiones oscuros entre teoría y teoría, generalmente estandarizada pero con aderezo personal que la hace suya.
Tentado estoy a comentar sobre las posibilidades de conciliación entre individuo y ciudadano pero estamos en EL TIEMPO DE LAS CREENCIAS y es por eso que cambio el tercio.
Pensamos que el ser humano es lo que parece y efectivamente es lo que parece.
Con el riesgo de preocuparnos más en lo que aparentamos que en lo que efectivamente somos, nos autoencasillamos en una u otra “tribu”, haciendo notar tanto las características que mayor potencia tienen en su propio ser y que nos sirven de elemento identificador con el grupo, o como llamaba antes, tribu, como para ocultar aquellos otros rasgos personalísimos que no tenemos pero por los que se conoce, se le presupone o se le intuye a cualquier miembro de esa tribu.
A lo que voy, en la Plaza de las Flores o en cualquiera otro lugar que queramos, podemos observar a la gente y prejuzgarlos. Este prejuicio, directamente relacionado con lo que parece ser, condicionará tanto la posibilidad de relación interpersonal como la calidad de dicha interrelación en caso de que se produzca.
Y precisamente por este motivo, porque se puede ser inteligente y desaliñado, ruin y egoísta en las relaciones personales manteniendo una imagen pública exquisita, porque se puede ser tonto pero guapo y listo y además guapo, y objetivo y desinteresado, tengo que afirmar que, pase lo que pase y piense lo que piense, tanto en un caso como en otro, unos en la forma y otros en el fondo a través de la máscara o a través del intelecto, ambos, la del piercing, y el intelectual y todos los demás (los que dicen que no discriminan y los que dicen que no pertenecen a ninguna tribu también están incluidos) y también me incluyo yo, en esencia, somos seres humanos y no sabemos aceptarlo.