Las cinco chicas eran guapísimas. Hasta la que iba con el uniforme de policía municipal que, con la gorra quitada, se sentó por unos momentos junto a las otras. Aunque no soy muy bueno para eso de echar edades, aseguraría que ninguna pasaba de los 29 ni bajaba de los 26. Fue en la terraza de la cafetería donde cada mañana tomo el café, sobre las once, aprovechando para echar un vistazo a las redes sociales.
Según pude intuir, esa quedada no fue casual, quedaron para apoyar a una de ellas. Era un asunto de hombres.
Conste que la disposición de las mesas en la terraza de la cafetería favorece, sin ningún tipo de esfuerzo, que puedas empaparte de lo que se habla en cada mesa y claro, me empapé de todo.
La chica estaba sufriendo, estaba sufriendo por culpa de un hombre. No la trataba como ella merecía, la menospreciaba, no la atendía adecuadamente, pasaba de ella y esa situación se le estaba haciendo muy cuesta arriba. La chica no podía entender cual era la razón de su mala suerte, con todos los hombres con los que había tenido relaciones le había pasado lo mismo: “al principio fenomenal, pero con el tiempo todo se vuelve un infierno”.
Las demás, una a una y todas a la vez, en alardes de amistad sincera, mezclaban consuelos con consejos, consejos con relatos de experiencias vividas que sirvieran de ejemplo a la chica sufridora, mientras que esta no sabía lo que hacer. Se les notaba a todas un halo de amistad, la intentaban ayudar, y en ese sentido, me sorprendió que no ciñeran sus comentarios a despellejar al susodicho elemento masculino. Conste que también lo hicieron eh, y ahí fue donde me metieron en la conversación. Fue la policía municipal la que exclamó: “yo no se lo que nos pasa a las mujeres que, cuanto más nos putean más nos enganchamos”.
Ahí, no pude más y me vi involuntariamente obligado a soltar una carcajada. Yo estaba solo en la mesa, y todas me miraron. Lejos de molestarse, todo lo contrario, me preguntaron si era una estrategia premeditada por nuestra parte o era fruto de la casualidad, casualidad vital de la chica sufridora y del grupo de amigas. Sinceramente les respondí lo primero que me salió, motivado por la vergüenza que suponía el meterme en conversación ajena: “lo sabemos y está todo premeditado”.
Menudo revuelo se formó, todas vieron en mis palabras la confirmación de sus sospechas, los hombres son estrategas y su estrategia pasa exclusivamente por dar y quitar cuerda según conveniencia. La conclusión que sacaron antes de que la sufridora se marchara fue que tenían que tomar una determinación, tenían que ayudarse unas a otras a sobrevivir, a contraatacar, la estrategia masculina.
Ahora viene lo mejor, lo que más me sorprendió. La sufridora se marchó, las demás se quedaron. Varias cosas me sorprendieron. Primero de todo, pensé que comenzaba la operación desplume (criticar a la que se había marchado), y no, no fue así, es más, fue al contrario, seguían hablando acerca de las distintas opciones que tenían para ayudar a su amiga sufridora, mal atendida por su chico, conjurándose para crear un frente común que aportara luz en el ¿temporal? Paso por el túnel de su amiga.
Siguiente sorpresa, el paso a la cordura, si es que se le puede llamar así, resulta que exclama una de ellas: “para el tiempo que llevan creo que debería plantearse dejarlo con el chico”. Creo que esa fue la conclusión a la que llegaron, sobre todo cuando otra exclamó: “lo que no puede ser es que en la primera semana que estas saliendo con un chico, te putee y tu no hagas nada, tiene que dejarlo con él”.
Una semana. ¡La sufridora tenía una relación de una semana! Impresionante, semejante despliegue de amistad, insisto, amistad sincera que se vio entre ellas, solidaridad máxima ante el sufrimiento que estaba viviendo, por una relación de UNA SEMANA DE DURACIÓN.
Dando paso a “EL TIEMPO DE LAS CREENCIAS” es este el momento de poner sobre la mesa las distintas reflexiones que me pasaron por la cabeza:
La primera de ellas fue plantearme si la chica sufridora estaba tan preocupada, tan sufridora, porque había encontrado al amor de su vida y tan claro lo tenía que una especie de cortocircuito emocional tenía al no ser capaz de sentirse realizada junto a él, o tal vez detrás de todo ello nos encontremos ante la necesidad impuesta por la creencia de que una mujer, cuando pasa los 27 y no tiene pareja estable, está empezando a entrar en una fase de degeneración vital, incumplimiento de objetivos, centro de atención de todos los comentarios en tono de resignación, que te dirigen en los eventos familiares y vecinales.
La segunda, el amor. Sobre que es el amor o mejor expresado, sobre como es el amor, si es que se le puede llamar amor. Es amor sentirse extremadamente atraída por un hombre (similar con cualquiera otra combinación de géneros: hombre-mujer, mujer-hombre, hombre-hombre, mujer-mujer) que, ¡en una semana! ya te está haciendo sufrir. No será que tanto hombres como mujeres pensamos y tenemos preconcebido cual es el rol que debemos desempeñar, a la baja, y el que debemos exigir a nuestra pareja. Estoy tentado a afirmar que el hecho de que tuviera la chica una conexión sexual extremadamente elevada con ese chico no es motivo suficiente para etiquetarlo como “el amor de tu vida”. Las relaciones, si bien han de funcionar en todos los ámbitos, no deben ceñirse ni limitarse a la mera conexión sexual.
La última, y no por ello menos importante sino todo lo contrario. Las relaciones en sí mismas. Aquí tengo en cuenta la solidaridad, que es afirmación y confirmación, de todas las amigas y la experiencia de la propia sufridora. El amor te hace sufrir. Con los dedos de una mano, y me sobrarían algunos, puedo contar a las personas que en la típica conversación de “guerra de sexos” afirme a la primera, sin dar vueltas: “volvería a casarme con esa mujer (hombre)”, “con ella (él) soy una persona completa y feliz”. El caso es que si insistes en que razonen la típica respuesta de “si estuviera soltero” o “no te cases nunca”, llegarían a la conclusión de que lo mejor que les ha pasado es contar con la pareja que tienen.
Las relaciones de pareja no se han inventado para alcanzar los subsuelos emocionales de las personas, sino más bien para todo lo contrario.
La vida en pareja, no es algo obligatorio, sino natural. Esa opción viene determinada por la completitud que se alcanza, por ejemplo, al poder alinear tus objetivos vitales con otra persona, pero no es una obligación.
Como tampoco es una obligación sufrir en pareja.
Así que háganme un favor, cuando cumplan con la obligación de tener pareja, de casarse y de tener hijos, no les digan jamás, que son el único motivo que otorga razón a su matrimonio.
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