Y tú a quién quieres más ¿a mamá o a papá? Esta maliciosa
pregunta sólo define a quien la formula y, ante todo, permite, de un vistazo,
advertir las miserias, rencores y complejos del que la hace al pretender
satisfacer su ego a costa de un niño.
Sabrán ustedes que este año hay elecciones. Y es posible que
los posicionamientos de los partidos políticos, que se observan a través del
protagonismo adquirido en los medios de comunicación, puedan generarnos el
mismo desconcierto que al niño que tiene que elegir entre sus progenitores.
Esto podría provocar que en mayo haya quien vaya a votar a Ciutadans porque les gustaría que Alberto Rivera fuera presidente
del Gobierno y que alguien espere a final de año para votar a su alcalde
favorito. Son las cosas del poder.
Dicen que ha acabado la época del bipartidismo y yo, que soy
un firme defensor del bipartidismo me pregunto ¿Cuándo hemos tenido
bipartidismo en España? Es verdad que hasta no hace muchas fechas, contábamos
con dos opciones políticas medianamente diferenciadas ideológicamente y estas,
eran las que tenían ciertas posibilidades de ser puestas en marcha por los
partidos que las representaban. Pero también es cierto que los partidos, lejos
de seguir estrictamente las políticas que definían el pensamiento que decían
defender, procuraron, sin lograrlo, ampliar el espectro de votantes a costa de
renunciar a la propia ideología (eso que llaman, conseguir el centro). La
consecuencia, intensificada por la fuerte presencia e influencia de los
partidos nacionalistas en el espectro nacional pactando cruces competenciales y
prebendas tanto territoriales como económicas, a cambio de votos y proclamas,
ha sido la causa de que ya nadie tenga claro a quién representa cada cual. Por
eso han surgido tantos nuevos partidos políticos.
Ahora bien, no entiendo por qué los dos únicos partidos con
capacidad de gobierno están permitiendo, por un lado, que haya tanta confusión
ciudadana, y por otro, que no resuelvan el único factor diferenciador que los
partidos pequeños muestran en comparación.
Estos partidos pequeños, que ya han presentado líneas
generales de sus programas electorales nacionales y eso que quedan más de nueve
meses para las elecciones (eso son ganas de entrar y lo demás son tonterías) no
están aportando absolutamente nada nuevo, novedoso o digno de alabar dado del
necesario cambio político que consolide el establecimiento, en la élite, del
paradigma social actual. Prestando especial interés a las líneas fundamentales
del programa económico del partido de Luis Garicano, brillante economista, he
de afirmar que no presenta nada nuevo, es más, incide en errores estructurales
que no permiten que España esté situada en la posición que merece: son meras
correcciones superficiales, sin cambios estructurales de modelo. Y es que no es
lo mismo predicar que dar trigo. En cambio, sorprende que todas las medidas
presentadas supongan mayor gasto público, por lo que habrá que subir algunos
impuestos. Así como UPD mantiene el estilo es ese del “y tú más” que tan hartos
nos tiene a todos o de los de extrema izquierda bolivariana, de los que ni me
apetece hablar por si me tachan de fascista o machista (a ver si nos ingresan
en la cuenta unos cuatrocientos mil euros a cada uno, como tienen alguno de
ellos).
El único factor diferenciador de estos nuevos partidos es
que hablan de las cosas que interesan a la gente y todos queremos cambiar. No
aportan nada nuevo, pero hablan de ello.
Y los partidos tradicionales no hablan de los problemas de
la gente, no presentan aún sus concretas propuestas. Y esto es un problema
importantísimo. Lo importante son las ideas sobre las cuales permitir que
individual y socialmente la gente pueda prosperar. Lo importante son las ideas,
dado que fueron muchos los que sufrieron y pagaron, hasta con la vida, el
establecimiento de nuestro marco básico de convivencia, competencia y paz
social.
Se puede hablar de regeneración y hasta se puede afirmar que
es necesaria, si se quiere, aunque esta ha de venir expresamente por el
mantenimiento de las reglas básicas del juego, sin jugar con los sentimientos
de la gente, ni muchísimo menos tratando a esta como mercancía a la que se
puede comprar. Hay que presentar de forma clara y concisa a la ciudadanía el
modelo de desarrollo que se propone como adecuado, así como los mecanismos que
se pondrán en marcha para su consecución. No más confusiones por favor.
Es por ello que esta sociedad necesita más que nunca a los
partidos políticos tradicionales. Como sociedad necesitamos que empiecen a
plantear, desde ya, lo que tienen pensado ofrecernos, sin dejarse comer el
terreno y con un único objetivo: las personas. Porque la vida solo puede ser
vivida si se mira hacia delante.
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