El Blog de Rubén Martínez Alpañez

domingo, 29 de junio de 2014

DEUDAS TENGAS, AUNQUE LAS PAGUES

DEUDAS TENGAS, AUNQUE LAS PAGUES (La Opinión de Murcia, XXVI JUNIO 2014)

Cuenta la anécdota que harto de no cobrar lo que le debía Balzac, el acreedor cambió de estrategia y en vez de exigirle el pago, le rogó que se lo pagara ya que él mismo había contraído deudas que no podía devolver. El famoso Balzac ni corto ni perezoso le espetó: “Muy bonito, usted se dedica a contraer deudas y viene a mi casa con la intención de que yo se las pague”.

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Con el mismo descaro que el famoso autor de La Comedia Humana, actúan hoy día algunos. Partiendo de la base de que el dinero que la administración pública gasta, no lo gana, sino que nos lo quita, el centro de toda actuación gubernamental ha de pasar por la capacidad de cada gestor para priorizar de entre las diversas posibilidades de actuación que otorgan las economías del bienestar. No es buena gestión económica actuar como si el dinero cayera del cielo, como si no costara ganarlo. De ahí que al no valorar el dinero, o mejor dicho, al no valorar el coste de sus decisiones, salvo por mero rédito electoral, no tendrá el político que tomar decisiones en relación a qué servicios presta y qué actuaciones deja de prestar. Bastará, simple y llanamente; dejar el pago para otro día. “Como el dinero público no es de nadie…” - decía la Trujillo - las decisiones pasan del establecimiento de un orden de prioridad social al establecimiento de un mero orden temporal de ejecución, sin atender a criterios de coste y eficiencia. Y esta práctica en la gestión se está convirtiendo en vicio y de vicio en adicción.
Lo peor de todo es que no se dan cuenta ni los unos ni los otros de que resulta insostenible en el largo plazo actuar bajo la premisa de no renunciar a nada. Como diría el refranero: “no se puede estar en misa y replicando”. Hasta tal punto está llegando esta adicción por no priorizar, que los gobiernos, a cualquier escala, se están viendo obligados a asumir más y más deuda debido a las generaciones de déficits estructurales por comportamientos y decisiones irracionales.
Cada murciano de los que tenemos la suerte de mantener un trabajo, dedicaremos unos doce mil euros de nuestras rentas para que se devuelvan los préstamos que a fecha de hoy tiene la Comunidad Autónoma, y sin contar intereses ni comisiones ni demoras. Esto es una enfermedad, una adicción, pedir prestado para seguir gastando, y luego pedir más para devolver lo que se ha pedido y para poder seguir gastando. Esta práctica bien podemos bautizarla con el nombre de deudopatía, expresión con la que, aquel que se veía como alcalde de Madrid, Lissavetzky, definió la capacidad de gestión del otrora alcalde de la capital, Ruíz Gallardón.
Pero a la vista de los datos que ofrecen tanto el INE como el Banco de España y Eurostat este hecho no ocurre exclusivamente en Murcia, España, ni siquiera es exclusivo de los países del Mediterráneo. Cada vez más, cada año, el porcentaje de renta que los ocupados deben dedicar a cubrir los gastos de los préstamos de la administración pública es mayor. Ya sea en Alemania, Francia o Grecia, con la advertencia de que son los países que menos porcentaje emplean en deuda, en términos relativos, aquellos de los que afirmamos que van mejor.
Si atendemos a las afirmaciones de un estudio publicado por FEDEA, es Grecia la que peor comportamiento tiene al relacionar la deuda per cápita de sus ciudadanos con la capacidad para generar riqueza de esos mismos ciudadanos.  Los datos que presenta ese mismo estudio sobre España, afirman que nuestra Grecia particular se llama Cataluña, y también Valencia y Baleares. Murcia aún se salva de la quema.
Decía Bastiat que “lo que diferencia a un buen economista de un mal economista es analizar también lo que no se ve”. Y por eso, cuando un economista liberal llama la atención sobre el papel de los actuales Bancos Centrales o la distorsión en términos de eficiencia productiva que generan los tipos de interés artificialmente bajos, suelen aparecer los seudo-mesías y bolivarianos anti concordatos, que invitan a recalentar el sistema con anuncios y reclamos tan caducos como ineficientes, tan manidos como derrochadores, pero que con afirmaciones del tipo “favorezcamos el consumo para salir de la crisis” sin tener en cuenta otros factores, que tienen tanta o más incidencia, enmascaran la falta de rigor y se rodean de auras de sabiduría y virtuosidad.
Y ante este hecho de práctica habitual, ya grabada en nuestro ADN social, de solucionar las crisis económicas poniendo en práctica políticas monetarias al uso y expandiendo ineficientemente el gasto público, sin atender al largo plazo, atendiendo por ejemplo al grado de productividad de nuestra economía, yo quería llamarle deudocracia, pero como el término “debtocracy” ya dio nombre a un famoso documental que trataba las causas de la crisis y de la deuda Griega, simple y llanamente señalo que, durante el tiempo que se tarda en leer este artículo, el Estado ha necesitado pedir préstamos por una cantidad aproximada de siente millones y medio de euros, para poder seguir gastando. El que avisa no es traidor.

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