El Blog de Rubén Martínez Alpañez

martes, 4 de marzo de 2014

EL ÁRBOL QUE NO DEJA VER EL BOSQUE

EL ÁRBOL QUE NO DEJA VER EL BOSQUE (Murciaeconomía.com XXVII Febrero 2014)

kennedy señales telegenia impuestos libertad free ruben martinez España Murcia déficit fraude fiscal presupuesto transparencia facebookHasta el cabello de una persona nos ofrece señales acerca de sus características personales. Mirando el pelo de una persona, se puede llegar a prever si quien tenemos delante es sincero, honrado o digno de confianza. Bien es cierto que son meras señales, pero se deben tener en cuenta. Si no, ¿porqué creen Vds. que todos los políticos se peinan con la raya a la izquierda y el pelo dirigido hacia la parte derecha de su cara?



No me parece desacertado que alguien, a través de determinadas señales o patrones previamente comprobados y aceptados, potencie sus caracteres personales, sobre todo cuando no le hace daño a nadie con esa práctica. Un doble riesgo se debe poner de manifiesto en todo caso: por un lado, el menos problemático, que alguien pretenda, a través de señales, mostrar lo que no es, ese problema tiene corto recorrido porque tarde o temprano salta la liebre. El otro, un poco más problemático, pasa por la desconfiguración del fin, de tal forma y modo que, las señales constituyan el objetivo en sí mismo y no una mera herramienta para el verdaderamente válido. Y es que tan importante es serlo como parecerlo, pero no bastará con parecerlo.

Cada vez que escuchamos términos tales como evasión fiscal, fraude fiscal y términos relacionados, se debe plantear una situación similar a la vivida por el político que tiene como fin único ofrecer señales de verosimilitud, independientemente de su realidad personal y de los objetivos de su encomienda. Al pensar en un paraíso fiscal,  no es muy difícil imaginar un territorio con playa cercana, pequeño en extensión, con idílicas viviendas, campos de golf, palmeras y un nivel de vida de esos reservados a muy pocos. A la vista de cómo se vive en un paraíso fiscal, debemos plantear la cuestión: ¿Es bueno no pagar impuestos o pagar muy pocos impuestos?

Podemos comprobar un comportamiento dicotómico en relación a la opinión y práctica que se tiene sobre el fraude fiscal. En general, el asalariado pone el grito en el cielo denunciando la capacidad del empresariado para gestionar y planificar sus impuestos, mientras que “no es justo” que él mismo no pueda hacerlo ya que lo tiene todo declarado. Saltan las alarmas, o así debería ser, cuando se aluden razones de justicia para justificar dicho posicionamiento. El argumento de justicia hace referencia en este caso a la imposibilidad de acción por su parte, y no a la capacidad del que planifica sus impuestos. Lo verdaderamente injusto es trabajar mes a mes y que, al mejor, al que más gana, se le premie quitándole más.

liberalismo, thatcher, free, rubén martinez, superavit, presupuesto, fraude, impuestos, mano invisible, tax, facebook, confiscar, España, Murcia, pp, psoeSería lo ideal que el asalariado también pudiera planificar y minimizar su carga fiscal, porque no es justo que cargue con una mayor proporción de su renta en el sostenimiento de lo público, encima de que el asalariado dispone de menores cantidades absolutas de riqueza que el rico patrón. Nada más lejos de la realidad.

Pagar impuestos es malo y se está olvidando. Sólo nos quedamos con las señales. El sector público, cuya existencia no pretende ser discutida en este artículo, ha de basar su gestión en dotar a la minoría desfavorecida de los recursos necesarios tales que, puedan, al menos potencialmente, alcanzar unas mínimas cotas de bienestar. Pero la labor del sector público debe ser tal que “parezca que no están”. El sector público ha de procurar en sus actuaciones ser neutral. Cuando quite a los ciudadanos y a las empresas parte de su riqueza para atender a los más desfavorecidos, debe hacerlo teniendo en cuenta que el hecho de que confisquen dinero a los agentes ya está haciendo que tanto a nivel individual como de forma agregada todo el territorio, se alcancen menos cotas de desarrollo, progreso y riqueza de las que alcanzarían si no se les quitara ese dinero a través de impuestos.

No debe servir de justificación, bajo ningún concepto, que se debe tener un sector público saneado ya tenga la raya del pelo a la izquierda o a la derecha, para confiscar más. No es cuestión de déficit ni superávit, es cuestión de molestar lo menos posible a los distintos agentes en su proceso de creación de riqueza. El papel protagonista y benefactor del sector público está alcanzando “injustas” cotas de protagonismo que nada contribuye a superar satisfactoriamente determinadas crisis económicas y que desvirtúan completamente su verdadero objetivo, pudiendo incluso llegar a convertir a los gestores de la administración en auténticos vampiros cuyo objetivo de gestión se mida en base a recaudación lograda.

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No es mejor una comunidad autónoma con superávit que una con déficit, ni es peor incumplir sistemáticamente el objetivo de déficit si, por definición y de forma agregada para todo el país, año tras año se gasta sin control. Lo mejor, lo ideal, es establecer los mecanismos necesarios para que las cuentas públicas no molesten, para que el dinero esté en manos de quien debe estar y para que el rico siga siendo rico y el pobre también pueda ser rico alguna vez. A ver si así, de una vez por todas, dejamos de pensar en pagar sin IVA, y en paraísos fiscales con playas paradisíacas, para sentirnos satisfechos y orgullosos de la tierra en la que vivimos. Y el superávit, lo dejamos para otros.


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